Te propongo un juego. Piensa en una relación en la que tengas dificultades.
Piensa en una persona: tu pareja, alguno de tus padres, tu jefa, un hermano… No importa quién sea, solo es necesario que sea un vínculo en el que sientas que hay algún problema.
Cuando lo tengas, recuerda cómo son vuestros enfrentamientos. Si gritáis; si una grita y la otra calla; si no se respetan los límites; si uno de los dos controla al otro… No es necesario que pienses en una pelea (a veces, no las hay), sino en lo que te molesta de esa persona. Y ten presente cómo te sientes o actúas tú cuando aparecen sus rasgos “negativos” en vuestra relación.
Si quieres profundizar en el tema, te recomiendo que lo apuntes. Aunque sea en una nota en el móvil.
Ahora, trata de identificar el comportamiento de cada uno (el tuyo y el de la otra persona) dentro de uno o dos de estos rasgos:
Rasgo 1:
Ama desde la necesidad. Cuando da, es porque necesita recibir algo, consciente o inconscientemente. Por ejemplo, cuando alguien te da un cumplido o te mima, y luego te pide algo a cambio.
Si no se le da, se siente una víctima o usada. Se apoya mucho en los demás porque necesita su atención. Si no, conecta con la soledad y el abandono.
Rasgo 2:
Es de extremos: o ama mucho o no ama nada. Se siente independiente; pero, al menor signo de conflicto, aparece su dependencia emocional.
Cuando algo no le gusta, se retira. Ante el conflicto, huye o “no se enfada nunca.”
Se pierde en la imaginación y se monta sus películas.
Es una persona que no suele discutir y, cuando lo hace, es porque se han montado una película tremenda en su cabeza que lo ha magnificado todo.
Rasgo 3:
Es tan empática que puede ver la necesidad del otro y dársela. Pero, cuando no obtiene la respuesta que espera, aparece gran frustración y victimismo, que puede derivar en queja. “Después de todo lo que me esfuerzo, no sirve de nada.”
Le cuesta ver el límite entre lo que es suyo y del otro. Por ejemplo, dan tanto (consejos, aspectos materiales, favores) que pueden llegar a causar sensación de invasión en el otro.
Rasgo 4:
No está dispuesto a someterse al otro. Si hay 1 conflicto, se enfrentan, dan su opinión y alzan la voz.
No se muestran vulnerables, porque lo viven como una sumisión. Para este tipo de persona, no es habitual conectar con la tristeza o con sentimientos “blanditos” como el amor. Sin embargo, no tiene ningún problema con la rabia.
Rasgo 5:
Es una persona muy seductora, pero también es muy controladora y exigente en sus relaciones.
Necesita ser admirada para controlar. Internamente y, quizá a nivel inconsciente, se siente mala por ser como es. Por eso, opta por seducir y controlar al otro, para que no vea lo negativo.
A primera vista, parece encantadora. Pero, al cabo de un tiempo, te das cuenta de que tiene un reverso negativo de exigencia.
Cada uno de estos rasgos, está basado en una herida infantil. Esa herida tiene unas consecuencias en la manera de formar vínculos cuando se llega a la adultez.
Frente al dolor que sentimos en el pasado, nos pusimos una armadura. Y, ahora, en lugar de abrir el corazón para conectar con otras personas, nos escondemos. Eso sucede porque, de tanto llevar esa coraza, se convierte en un personaje que aparece de manera inconsciente cuando nos relacionamos íntimamente.
A todos nos pasa. Tú tienes tus rasgos y yo los míos (suele haber más de 1 en cada persona).
No obstante, cada uno de estos rasgos tiene una oportunidad de cambio. Cada uno de ellos, necesitará aprender algo para mantener relaciones felices.
Si quieres descubrir cuál es la herida infantil y la manera en la que sanará sus vínculos cada uno de estos rasgos, apúntate a la clase Cómo crear relaciones basadas en el amor y la confianza. Se estrenará el 8 de septiembre de 2021. Ahí te daré todos los detalles.
Ahora dime, ¿sientes que tú y la persona con la que tienes dificultades encajáis en alguno de estos rasgos? ¿Cómo te hace sentir verte identificada? Te leo en los comentarios.