Me mudé a Galicia en otoño de 2020. Para mí, era una gran noticia. Lo que no sabía era que esto me llevaría a profundizar en cómo gestionar la tristeza.
El verano anterior a este cambio, fue bastante terrible para mi familia. Miguel, Bubbles y yo nos vimos en una situación difícil que nos estresó a los 3. Para escapar de lo que estaba ocurriendo en casa, Miguel y yo cenábamos en el balcón cada noche. Allí fantaseábamos con la idea de mudarnos al Pandelo, una aldea remota en los ancares lucenses. Así que, cuando nos llegó la posibilidad de ir ahí sin haberlo buscado activamente, no nos lo pensamos. Era el cambio que habíamos deseado durante mucho tiempo.
Así que fue una mudanza feliz.
Tras el paso de las primeras semanas, empecé a sentirme mal. No entendía muy bien lo que me pasaba; había cumplido mi sueño ansiado, pero no lo estaba disfrutando al 100%. Sabía que no quería volver a Barcelona, también sabía que me sentía como en casa rodeada de esas nuevas personas y ese entorno, pero había algo que fallaba. No sabía el qué.
Hice lo que siempre funciona: miré hacia adentro. De esta manera, supe qué era lo que me pasaba: me sentía triste. Tenía ganas de llorar.
Cuál es el mensaje de la tristeza
La tristeza es una emoción básica; por lo tanto, es imprescindible.
No dependemos de ella para sobrevivir, como en el caso del miedo.
No obstante, sí la necesitamos para reparar los daños emocionales. La función de la tristeza es sanar las pérdidas que sufrimos. Por este motivo, lo que busca esta emoción es que entremos en una actitud de recogimiento y calma para llorar en profundidad. Las lágrimas limpian nuestra herida para que esta cicatrice bien.
La tristeza aparece cuando muere un ser querido; o perdemos el amor y las atenciones de alguien; al cambiar algo de nuestra rutina; al mudarnos a otro lugar; o cuando añoramos algo que teníamos en el pasado. Estos son solo algunos ejemplos en los que es necesario gestionar la tristeza.
Para mí, la imagen que mejor define este sentimiento es la de una persona sentada en el sofá, tapada con una manta, con una infusión caliente en las manos, llorando, rodeada de pañuelos. Me viene esta imagen porque esta emoción tiende al frío y porque el calor ayuda a que te sientas mejor cuando lloras.
La manera correcta de llorar
No todas las lágrimas sanan por igual. Las hay profundas y las hay superficiales. Los 2 tipos duelen; pero las primeras dejan que la tristeza desaparezca (porque reparan el daño) y las segundas aumentan el sufrimiento.
En nuestra sociedad, nos resulta incómodo ver a alguien llorar. Por eso, ante este tipo de expresión, muchas personas se lanzan a decir “no llores”. Se lo decimos a todo el mundo, a niños y mayores. Las lágrimas ajenas (y las propias) nos resultan inapropiadas porque nos revelan la parte difícil de la vida.
Pero la felicidad y la tristeza no son dos caras de la misma moneda. Puedes estar feliz y, a la vez, estar triste. Cuando yo me mudé a Galicia estaba feliz por haber cumplido mi sueño; pero, a la vez, me entristecía estar lejos de mi familia y amigos.
Cómo gestionar la tristeza escuchando al cuerpo
Cuando le decimos a alguien que no llore o nos limpiamos las lágrimas o pedimos perdón por estar así, estamos reprimiendo una emoción natural y beneficiosa.
Para ello, tenemos que tensar el cuerpo. La mayoría de nosotras, lo que hacemos es inhibir la respiración profunda, apretar el estómago o el pecho, cerrar las mandíbulas y tensar los ojos. De hecho, en terapia, he comprobado que las personas con ojeras muy marcadas, o bolsas debajo de los ojos acostumbran a tener este sentimiento guardado. Y, cuando dejan que salga, ojeras y bolsas se reducen para dar paso a una mirada brillante. Llorar nos embellece, al contrario de lo que creemos.
Por lo tanto, la próxima vez que sientas ese nudo en la garganta o la humedad en los ojos que anuncian la llegada de este sentimiento, así es como podemos gestionar la tristeza:
La próxima vez que llores presta atención a tu respiración: inhala profundo, intentando que el aire llegue hasta tu pelvis, exhala desde ese lugar también.
A la vez, vigila que tus ojos y mandíbula no estén apretados. De esta manera, relajarás el cuerpo para llorar en profundidad.
Si tu llanto provoca que tu pecho y/o vientre se muevan, es profundo.
Problemas habituales con la gestión de la tristeza
“No puedo parar de llorar”
En terapia, muchas personas me dicen esto. Podría parecer que estas personas se sienten muy tristes, y seguramente es así.
Sin embargo, cuando se llora en profundidad, las lágrimas no se extienden eternamente.
En este punto es necesario aclarar la diferencia entre catarsis y abreacción emocional.
La catarsis se da cuando una persona se permite expresar una emoción hacia afuera, sea la que sea. Acostumbra a darse en las primeras sesiones de terapia.
La abreacción emocional es un término acuñado por el psicoanálisis que explica otro fenómeno distinto. La abreacción aparece cuando una persona conecta con un sentimiento reprimido relacionado con una pérdida o daño del pasado y lo libera.
La diferencia entre una y otra es que la catarsis puede darse indefinidamente, porque no está conectada con la emoción profunda.
Cuando yo hice el duelo por la muerte de mi padre, no necesité llorar mucho tiempo porque conectar con mi dolor de espalda me permitió tener una abreacción emocional.
“No puedo llorar”
Como quizá supondrás, si no puedes llorar es porque estás reprimiendo la tristeza. Si estás en este caso, es importante que atiendas a tu cuerpo, ya que es posible que estés tensando tus músculos para reprimir tus lágrimas. Relee el destacado de antes para fijarte en aquellas partes que reprimen tus lágrimas. Además, te recomiendo que practiques algún ejercicio de terapia corporal como este.
La tristeza reprimida durante mucho tiempo puede conducirte hacia el vacío existencial y la depresión. Por eso, es tan importante conectar con el llanto profundo.
“No sé por qué lloro”
Cuando en terapia nos centramos en cómo gestionar la tristeza del pasado, algunas personas lloran entre sesiones. A veces, en los mensajes por whatsapp que me escriben para comentarme cómo están, me cuentan que lloran mucho, pero no saben por qué.
En estos casos, les cuento que no están llorando por las cuestiones del día a día, ya que en muchas ocasiones no tienen motivos para ello. Lo que están haciendo es dejar salir el sentimiento que en algún momento quedó atrapado en el cuerpo.
En estos casos, es importante no tratar de entender ni justificar la emoción. En una primera fase, no importa el motivo, sino que hay que expresarlo.
Después, una vez el llanto profundo ha salido, puedes indagar en los motivos y reflexionar sobre tu tristeza. Pero, sobre todo, no lo hagas antes. Si inviertes el orden, te quedarás en la cabeza y perderás la posibilidad de conectar con la emoción real.
Consejo final para la próxima vez en la que te sientas triste
Como ya te he contado, la tristeza es un sentimiento imprescindible para reparar los daños y pérdidas.
Por eso, es importante que te recuerdes que está bien llorar; que, al hacerlo, estarás abriendo la posibilidad de recuperar tu tranquilidad.
Así que, cuando sientas la llegada de la emoción, prepárate una bebida calentita, agarra pañuelos y ábrete a la vulnerabilidad. Y, si no lo consigues o no puedes parar de llorar, te recomiendo que busques a una buena terapeuta corporal. 😉
Ahora te toca a ti: ¿cómo gestionas la tristeza? ¿cuándo fue la última vez que lloraste? ¿te has quedado con alguna duda sobre esta emoción? Te espero en los comentarios.