No nací siendo terapeuta. Es evidente. Ni siquiera fui una niña interesada en entender la psique y emociones humanas.
Cuando me tocó escoger estudios universitarios, incluí Psicología como última opción. Sin embargo, no quería ir allí. Deseaba tener la nota necesaria para entrar a Publicidad y Relaciones Públicas; creía que era la única forma de ganarme la vida escribiendo.
Así pues, tal como una lectora me preguntó el año pasado, ¿qué me hizo crecer? ¿por qué quise compartir mis conocimientos con el resto del mundo?
En este artículo, te lo voy a explicar.
El inicio de mi andadura como terapeuta parte de mi entrada en el mundo del desarrollo personal gracias a la ansiedad. No voy a extenderme demasiado en ello, pues ya expliqué mi proceso con la ansiedad en otra página web.
Como no tenía ni idea de lo que significaban esas taquicardias, el médico de cabecera me envió a una psicóloga de la sanidad pública.
En esas 4 o 5 sesiones, con las que mejoré bastante, salieron algunos temas que trabajaría más adelante: mi relación de pareja desastrosa y el odio que sentía hacia mi padrastro.
No profundicé en ninguno de ellos, pues pedí el alta cuando me encontré un poco mejor y cambié de trabajo, que era el foco principal de mi ansiedad.
Sin embargo, todavía recuerdo las últimas palabras de esa primera psicóloga: “puede ser que más adelante tengas que enfrentar otras dificultades emocionales, pero no creo que tengas demasiados problemas para superarlas gracias a tu inteligencia emocional.”
Me sorprendí.
Nunca consideré que se me diera bien gestionar mis sentimientos.
Tras esas primeras sesiones, seguí indagando en mí. Se había abierto una puerta.
Leí libros de desarrollo personal, me apunté a yoga, busqué información en internet y retomé la escritura, que había quedado abandonada.
De aquellas experiencias, lo que más me impresionaba eran los ejercicios de relajación corporal, el yoga y la meditación. Me encantaba vivir todos esos cosquilleos, vibraciones, vacíos, tensiones o emociones. No me encantaba tanto el dolor, que también estaba presente en mi mandíbula, cabeza, espalda y menstruación.
Un día, en internet, encontré algo que llamó mi atención: el ciclo menstrual provoca una sucesión de cambios mentales, emocionales, físicos y espirituales. El dolor podía indicar que había algún desequilibrio ahí. Así que me puse a investigar.
Paralelamente, decidí visitar a Amma, la mujer hindú que viaja por el mundo abrazando, ya que iba a celebrar un evento cerca de mi pueblo. Creía que esa experiencia me aportaría un cambio.
El abrazo de Amma estuvo bien. Pero no fue lo más revelador.
Allí descubrí un folleto que anunciaba un círculo de mujeres basado en la danzaterapia. Tras hablar con la organizadora, me apunté.
Ese círculo de mujeres es una de las vivencias más trascendentales que he tenido.
Conecté con mi cuerpo y vi todo lo que escondía.
No eran los dolores habituales, ni el ahogo, ni la taquicardia. Había algo más profundo: unas lágrimas que querían salir desde hacía mucho tiempo y estaban bloqueadas.
Llegué a casa TAN emocionada que no pude dormir.
En aquella etapa, me estaba planteando volver a la universidad para estudiar Humanidades. Pero, por esas casualidades de la vida que no lo son tanto, la terapeuta del círculo de mujeres inició una formación en danza-movimiento terapia.
Esa formación fue la mejor a la que he asistido nunca, incluida la universdad. Gracias a ella, revisé todos los temas que, tímidamente, habían aparecido desde mi interés por el desarrollo personal.
Así, cambié yo y mi vida.
Las personas que me acompañaron en esta etapa (y que ahora son amigas) dicen de mí que soy una camaleona, que tengo la valentía de indagar en lo más profundo de mí y que me comprometo a transformar lo que no me funciona.
Por mi parte, creo que la vida me ha ido presentando pistas y oportunidades. Yo las he tomado como señales que me indicaban el camino y las he seguido por pura intuición.
Hasta aquí creo que he respondido a la pregunta acerca de qué me hizo crecer. Para resumirlo en pocas palabras, sería lo siguiente:
Tenía la necesidad de ser feliz. Sabía que había una vida mejor. No quería conformarme con una existencia vacía; algo en mí gritaba que había llegado al mundo para algo más. No sabía qué era, pero sí sabía lo que NO era.
Fue escuchar a mi cuerpo lo que, poco a poco, fue mostrándome cómo seguir.
Queda algo por responder: ¿qué hizo que quisiera compartir con el mundo?
La respuesta está en la unión de diversos factores:
- Desde adolescente, tuve claro que quería un trabajo que me apasionara. Por eso, mi desarrollo personal ha estado muy ligado al profesional.
- La escritura me ha acompañado casi toda la vida, aunque nunca fui muy regular con la ficción. Con La escritora, he descubierto que me encanta comunicar desde mi experiencia y conocimientos para ayudar a otras personas.
- Durante la formación de movimiento, tuve una (de muchas) revelaciones. En uno de los ejercicios, entré en contacto con mi dolor emocional. Lo sentí en el centro del pecho y pude observarlo con tranquilidad, sin dejarme arrastrar por las emociones. Al verlo así, entendí que todas las personas cargamos con un malestar similar y que, en los retos complicados de la vida, actuamos desde ese dolor.
Reconocer este hecho me inundó de compasión. Sentí que quería aliviar al mundo de esa carga para que todos los seres pudiéramos vivir en paz.
Estos 3 factores, me impulsaron a crear La escritora de tu vida para compartir mi mensaje. Siempre lo he hecho siguiendo mi intuición y teniendo en cuenta lo que a ti te puede interesar.
Y es en este punto que quiero explicarte qué me pide el cuerpo ahora.
Para seguir creciendo como terapeuta, esta profesión que encontré por casualidad y a la que adoro, ahora acompaño a otras personas para aprender mi método Terapia Corporal Emocional.
Y ahora te toca a ti: ¿te sientes atraída por esta profesión? Si ya trabajas de ello, ¿qué te ha llevado a convertirte en terapeuta? Si no lo eres, ¿cómo te han ayudado los profesionales del desarrollo personal? Te espero en los comentarios.
4 comentarios en «Cómo me convertí en terapeuta»
Te llevo siguiendo hace tiempo y me encantas
Tu me has llegado al alma
Veras tengo muchos años y llevo como 3 añoscon las secuelas de una polio cuando era pequeña que me han tenido parada a todos los niveles y tus vivencias me han sido muy utiles
Asi que estoy impaciente para hacer este nuevo curso
Te doy las gracias por estar ahi y que pueda seguir aprendiendo conyigo
Gracias gracias eres un cielo
Hola, María Jesús
Muchas gracias por tus bonitas palabras, me alegra haberte acompañado en tu camino.
Deseo que encuentres una forma de convivir o liberarte de tus malestares.
Te abrazo.
Nuria gracias por compartir tu experiencia sobre cómo llegaste a ser terapeuta. Me siento muy reconocida en cada una de tus líneas, me gusta la asociación que haces de (alumno a futuro maestro), yo también pienso que de alguna forma todos los que llegamos a este camino tenemos ciertos patrones en común, y que de alguna manera tenemos una misión y servicio con las personas. Tengo muchas ganas de empezar tu curso! Vicky
Hola, Vicky
Muchas gracias por compartir tu opinión. Me alegra que tú también te sientas reconocida en mis líneas. Eso significa que tenemos algunas cosas en común.
Gracias por tu ilusión para empezar el curso 🙂
Te abrazo.