Te voy a explicar una parte de mi historia que nunca he contado en profunidad: la crisis de pareja que viví entre agosto del 2014 y julio del 2015. Aunque, para ser sincera, se gestó tiempo antes y tardó unos meses más en diluirse por completo.
Este es el mejor ejemplo cercano de cómo una misma influye en que una relación vaya mal.
Este caso será una crisis de pareja, pero lo que te expondré aquí se exitende a cualquier trato personal.
Antes de empezar, lanzaré una alerta feminista:
En este artículo, voy a detallar “mis errores”, lo que yo hacía “mal.” No voy a entrar en lo que Miguel hacía o dejaba de hacer, ya que no me corresponde a mí contarlo. Este hecho no implica que me culpabilice por todo. Ambos teníamos dificultades para relacionarnos y, como personas conscientes, les pusimos solución. Yo voy a detallarte mis asuntos.
Ahora sí, vamos a entrar en materia.
Durante un año, Miguel y yo entramos en una dinámica perversa. Por cualquier tontería, empezábamos una discusión dialéctica que duraba horas. Podía iniciarse a la hora de comer y extenderse hasta las 12 de la noche.
Las nimiedades que encendían la mecha podían ser, por ejemplo, que yo no había fregado los platos antes de que él cocinara. Pronto, eso pasaba a un segundo término y nos culpábamos por otras cuestiones.
La mayor parte del tiempo, yo permanecía callada. Prefería no dar mi opinión. Aparentemente, me colocaba en actitud sumisa y le daba la razón en todo, incluso en aquello con lo que no estaba de acuerdo.
Sin embargo, esa docilidad creaba mucha rabia en mí. Un enfado que reprimía hacia adentro, de forma que sentía como si hubiera una olla a presión en mi interior.
En general, pensaba que Miguel no entendía mi punto de vista. Me sentía muy sola.
Si me proponía hacer algo diferente, no sabía qué era lo adecuado. Me costaba salir de esa forma conocida de actuar.
Intuía que había una información que se me escapaba, algo inconsciente, pero no entendía qué era.
Eso me creaba grandes dilemas sobre si debía seguir con la relación o no.
En muchas ocasiones, yo quería huir. De hecho, me fui de dos peleas. No obstante, en el fondo, prefería quedarme. Sabía que nos queríamos, pero nos queríamos mal.
Al final, siempre me sentía muy triste y culpable.
Me decía a mí misma que no tenía que ser tan egoísta o tan dura, que debía pensar más en Miguel. Pero, en ocasiones, notaba que estaba negándome a mí misma.
También me encontraba agotada, exhausta. Estaba cansada de tener que fingir ser otra persona que no era.
Siempre tenía que controlar qué decía y hacía para no crear confusiones.
Yo quería una relación sincera, donde poder mostrarme tal como era. Quería confianza, armonía y autenticidad.
Como te he anunciado al principio, Miguel y yo salimos de esa crisis. De hecho, si eres lectora habitual, sabrás que sigue siendo mi pareja. Y ya han pasado 3 años de todo esto.
Para salir de esta situación, los 2 tuvimos que cambiar. Por mi parte, comprendí que él reflejaba mi interior.
A lo largo de nuestra relación, lo había querido por lo que él me mostraba de mí misma. Al principio, todo era bonito. Él no tenía defectos y yo me sentía más atractiva, inteligente, sensible y especial.
Con el tiempo, lo que antes me gustaba, me mostró lo menos bonito de mí: el miedo a ser rechazada, el no pasar a la acción o la rabia reprimida que se convertía en culpabilidad.
Cuando entendí que eso era lo que tenía que cambiar, mi forma de relacionarme con Miguel cambió.
Nuestras discusiones cambiaron cuando nos hicimos responsables de aquello que cada uno hacíamos mal.
Por eso, esta historia tiene un final feliz. Cuando dejamos de lado nuestro ego, vimos cómo nuestras actitudes creaban un clima negativo en la relación. De esta forma, construimos un amor maduro entre iguales que han decidido acompañarse y crecer juntos.
De hecho, hemos llegado a un punto en el que nos reimos de las barbaridades que hicimos aquel año.
Con esta experiencia, he aprendido que una relación se va a la mierda cuando no eres capaz de ver la realidad, cuando te autoengañas con lo que el otro refleja de ti.
Ahora, te propongo que reflexiones. Coge papel y boli o las notas de tu móvil. Recuerda esa relación en la que hay algo que no funciona bien y responde estas preguntas:
- ¿Cómo actúas cuando estás con esa persona?
- ¿Qué piensas de él o ella? ¿Qué piensas sobre ti en esas situaciones?
- ¿Cómo te sientes ante él o ella?
Anímate a contestarlas porque, durante el próximo mes, vamos a tratar cómo nos relacionamos.
Y, si quieres trabajar en profundidad tus relaciones más allá de leer un artículo, considera la opción de apuntarte a la clase Cómo crear relaciones basadas en el amor y la confianza.
Ahora me encantará conocer tu opinón. ¿Con qué persona tienes dificultades? ¿Cómo te sientes cuando estás con él o ella? ¿Cómo crees que podrías salir de ahí? Te espero en los comentarios.
5 comentarios en «Por qué una relación se va a la mierda»
Por una parte con mi pareja llevo 11 años, no estamos casados, no vivimos juntos, pero tenemos una adorable hija de 6 años… es un excelente papá y compañero de vida, es incondicional, me respeta, siento que me ama y nunca a cortado mis alas; como siempre hay algo que no es del todo súper y es que me siento mal porque a pesar que estoy en una relación buena siento que no le estoy dando a mi hija un hogar una casa que ella sienta de ella, y un papá de 24 horas porque no vive con nosotras pero esta presente. Por otro lado la verdad me interesa la charla porque amo a mi mamá inmensamente pero cuando estoy con ella siento que no puedo vivir junto a ella, pero cuando estoy lejos de ella me siento culpable por no estar allí, por no compartir un café con ella, por no darle los buenos días o las buenas noches, mi comunicación con ella nunca a sido la mejor, siempre que hablamos terminamos incomodas y antes era peor porque terminaba en discusión. Quiero fortalecer esos lazos, total es mi mamá, siempre me ayuda y siempre me apoya.
Gracias por escribir siempre, no te alcanzas a imaginar cuanto ayudas a las personas por este medio.
Hola, Helena
Gracias por compartir tu experiencia y sentimientos.
¿Sabes lo que me ha llamado la atención de tu comentario? Por lo que has contado, parece que la situación con tu madre y tu hija es similar.
Por un lado, consideras que tu hija debería vivir con su padre.
Por otro lado, consideras que tú deberías estar más cerca de tu mamá.
Se parecen bastante las 2 cuestiones, ¿no? ¿Tú qué opinas?
Bajo mi perspectiva, considero que lo que tú piensas sobre la relación de tu hija y su padre, puede estar reflejando lo que hay en la relación entre tu madre y tú.
Por lo tanto, quizá sería interesante trabajar en esa incomodidad y añoranza que sientes hacia tu madre. Creo que eso podría darte claves importantes para encontrar calma en las 2 situaciones.
¿Tú qué opinas?
No te creas mis palabras tal cual, lo importante es lo que tú consideres. Al fin y al cabo, tú te conoces mejor que nadie.
Te abrazo.
Gracias Nuria por tu artículo.
Al similar que Helena, ya que mi relación más conflictiva es con mi madre. Intento comprenderla, ayudarla y estar presente pero cuando las cosas no son a su manera se cabrea y empieza con los lloriqueos con las lastimas y no lo soporto.
Cuando estoy con ella a veces ni me determina pero cuando no estoy me quema el telefono, que si me quiere mucho que me echa de menos, que que hago… ME PUEDE.
Y es completamente inviable esta relación.
Se lo digo y es un dramón, me callo y la tonta soy yo.
En fin. Espero tu clase me ayude a ver las cosas de otra manera para empezar a mejorar la relación con ella.
Un abrazo!
Hola, Alexandra
Gracias por compartir con tu experiencia. La relación con la madre puede ser una de las más difíciles ya que es una de las más cercanas que tenemos en la vida.
Al relacionarnos con ella, no solo están las dificultades del presente sino que, de forma inconsciente, esos problemas también resuenan en la relación que mantuvimos con ella en nuestra infancia.
Si tu niña interior no tiene resuelto el conflicto con la madre de la infancia, la adulta que eres siente mayor angustia al relacionarse con tu mamá en el presente.
De todo este tema voy a hablar en la clase online. Espero que te ayude a tomar consciencia del problema real que hay entre tu madre y tú.
Me encantará que me cuentes lo que hayas aprendido después de la clase.
Te abrazo.
Hola Nuria:
Me sentí identificada con tu relato, pues es muy parecido a lo que yo he pasado. Duré 13 años de noviazgo con mi esposo; ahora vamos a cumplir 2 de casados, pero tuvimos que separarnos ya que pasé por una crisis de ansiedad que ni él ni yo supimos manejar. Ha habido mucho estrés; mucha competencia; discusiones por nimiedades que duran horas ; exigencias mutuas, pero siempre he sentido que tengo que acercarme al ideal que él busca y por más que intento no logró cubrir sus expectativas. Eso me hace sentir frustrada y muy cansada. Siento que no puedo ser yo, por querer ser la persona que él quiere y entonces me frustro y me enojo, por lo que a veces exploto y estoy a la defensiva. A raíz de la ansiedad, creo que ha salido lo que realmente somos y creo que no hemos llegado al amor maduro. Él siempre me reprocha que no soy madura porque tengo mucho apego a mi familia, pero él también mantiene ciertas conductas infantiles. Quisiera que la relación fuera menos tensa y fluyera más en libertad, sentir que puedo ser yo. Hemos llegado al acuerdo de volver a intentarlo y ver si nuestras diferencias son insalvables o si hay posibilidad de aceptarlas y aprender a vivir con ellas. Sigo en tratamiento para la ansiedad, voy a terapia y llegué aquí porque sigo a Fabiola Cuevas de Desansiedad. Tus artículos me han sido de gran ayuda. Recibe un cordial saludo.