Silvia tiene entre 30 y 35 años. Reside en una capital de provincia o en sus cercanías.
Vive en pareja y, aunque hay algunos desacuerdos entre ellos, se llevan bastante bien. Se quieren. Incluso, puede que hayan empezado a plantearse si tener hijos o no.
En general, le interesa aprender y estar informada sobre algunos temas. Como es millenial, ha aprendido a desarrollar su espíritu crítico. No la engañan con trucos de marketing baratos ni con desinformación.
Cada vez más, se está convirtiendo en una consumidora consciente. De hecho, se está interesando por el minimalismo o la sostenibilidad.
Silvia tiene cierto espíritu emprendedor, pero todavía trabaja por cuenta ajena en el sector servicios o en la administración pública.
Entre el dinero que ganan su pareja y ella, no pasan apuros económicos; de hecho, tienen algunos ahorros.
A la vez, aprecian usar el dinero para su ocio o bienestar. Les gusta viajar para conocer otras ciudades o espacios naturales con encanto.
Para Silvia, en los últimos años, ha sido muy importante destinar parte de sus recursos en su desarrollo personal. O siempre le ha interesado el tema, o se encontró con alguna dificultad que la impulsó a conocerse a sí misma.
Ha asistido a algunos talleres de yoga, meditación o expresión corporal. También ha comprado algunos cursos online de la misma temática. Quizá ha hecho terapia en alguna ocasión.
Como el desarrollo personal le ha ayudado tanto, tiene claro que invertir en este terreno es lo mejor que puede hacer.
No es una novata del autoconocimiento. Aunque sabe que todavía le queda un camino por recorrer.
A día de hoy se siente bastante satisfecha con su vida. Sin embargo, hay algunas preocupaciones que siguen con ella.
A veces, se siente sola o incomprendida. O triste y desconectada de sí misma. Le falta seguridad y algo de autoestima.
Reconoce que lo tiene todo para ser feliz, pero sospecha que hay otra forma de vivir más plena.
También es cierto que no tiene muy claro qué debería hacer para sentirse mejor. Cree que le falta algo de información.
En general, necesita claridad y saber que toma las decisiones adecuadas.
En su camino de crecimiento personal, Silvia se ha encontrado con el cuerpo.
Quizá por los talleres a los que ha asistido. Quizá porque hay algún malestar físico que le sigue desde hace tiempo: dolor en la espalda, tensión corporal o cansancio continuado.
Ha consultado con su doctor o doctora, pero no le han ofrecido grandes soluciones. Por eso, ha empezado a buscar información por internet. Ha leído que el cuerpo está relacionado con las emociones y los pensamientos, cosa que tiene sentido para ella.
Piensa que su estrés y preocupaciones están influyendo en cómo se siente.
Si ya ha asistido a talleres de terapia corporal, lo tiene clarísimo.
Pero no sabe cómo descifrar los mensajes emocionales de su cuerpo.
En este punto, se encuentra conmigo en alguna de sus redes sociales o búsquedas en Google. Ha leído algunos de mis artículos y se siente comprendida. Puede que incluso haya probado alguno de mis ejercicios y le haya funcionado: se ha emocionado con ellos.
Como ha leído algo de mi historia personal, intuye que no me coloco por encima de ella, sino que soy una buscadora más en el camino del autoconocimiento.
Sin embargo, ve que el cuerpo me ha ayudado en gran medida y que, gracias a él, he podido evolucionar y seguir haciéndolo.
Eso es lo que ella está buscando: comprender los sentimientos de su cuerpo. Quiere entender cómo sus sensaciones pueden ayudarle con sus dificultades emocionales.
Por este motivo, un día decide escribirme para pedirme información sobre mis servicios.
Durante las sesiones de terapia, Silvia y yo recorremos el hogar que hay en su cuerpo abriendo puertas, ventilando habitaciones, encendiendo luces.
Conmigo como compañera, Silvia aprende a escuchar y entender sus emociones.
Cuando encuentra esa conexión, acepta que no necesita darle tantas vueltas a la cabeza y a sus pensamientos.
A veces, nos encontramos con sombras y dolores. Cuando eso ocurre, les damos un lugar, comprendemos su mensaje y aprendemos a cabalgarlos.
Así, Silvia reconoce que, gracias a ellos, hoy está en este momento del presente. Y eso es lo que empieza a valorar: la sensación de estar presente en su cuerpo, sus emociones y su realidad.
En su cuerpo, Silvia encuentra paz, claridad y serenidad.
Durante todo el tiempo que estamos juntas, aprenderemos a relacionarnos desde la confianza, la sensibilidad y la vulnerabilidad.
En algún momento, ella se sentirá lista para seguir el camino por su cuenta. Habremos pasado un tiempo aprendiendo la una de la otra, pero llegará el instante de la despedida.
Seguramente, su aprendizaje pasará por comprender que todo en la vida es necesario, que en el constante fluir de las emociones hay belleza y sosiego.
Por fin, Silvia tendrá la seguridad interna de que, cuando haya dudas o tensiones vitales, podrá acudir a su voz interna para conectarse consigo misma y encontrar el aprendizaje que la vida le está mandando.
Es posible que esa conexión pase por escuchar a su cuerpo.
Yo la veré partir agradecida por haberla acompañado en su evolución. Estaré orgullosa de su valentía y satisfecha por el trabajo que hemos realizado juntas.
Dime, ¿te pareces un poco a Silvia? Quizá tu edad es diferente, o eres mamá, o estás soltera, pero… ¿tienes sus mismas inquietudes? ¿Tú también quieres encontrar la calma que te dará la conexión con tu cuerpo?
En ese caso, puedes hacer 2 cosas:
- Cuéntame en los comentarios en qué te pareces o diferencias de Silvia. Me encantará leerte.
- Si quieres que te ayude con mis servicios, podemos hacer una sesión de valoración para conocernos. <- Haz click en el enlace para más información.
2 comentarios en «¿Te pareces a Silvia? Puedo ayudarte»
Muy buenas 😀
¡Qué flipe! Creo que como bien dices, ¡todas somos un poco Silvia! Me alegro de que fuese tan esclarecedor el ejercicio ^^
Un abrazo
Hola, Isabel
Mil gracias por tu mensaje y por seguir apoyándome. Es una maravilla tenerte como lectora.
Te abrazo.