Cuando no tienes estabilidad emocional, vives en una montaña rusa de emociones. Tus días son buenos o malos en función de lo que sientes. Si te levantas con tensión, vas con una nube negra encima de ti toda la jornada. Pero el día siguiente, con mejor humor, puede ser completamente diferente.
De hecho, también es posible que pases por una docena de estados de ánimo en pocas horas: alegría, tristeza, miedo, rabia, relajación, nerviosismo…
Sentir emociones es positivo. Sin embargo, cuando te desequilibran, significa que hay algún problema en tu gestión emocional.
En caso de que creas que es así, sigue leyendo para aprender qué 3 aspectos te acercarán a la estabilidad emocional.
Antes de pasar a las 3 claves, es importante saber qué es una emoción:
Las emociones son reacciones corporales frente al mundo que te rodea.
Al estar en contacto con el mundo, percibes información de tus sentidos, que interpretas en función de tus experiencias vitales. En base a esa interpretación, reaccionas. Así, aparece uno o varios sentimientos.
Por ejemplo, si de pequeña te han abandonado, al ver que tu pareja no responde un whatsapp, es posible que te sientas abandonada y eso te conecte con la tristeza o el miedo a que se haya desenamorado de ti.
Para recuperar tu equilibrio emocional, expresa tus emociones
La represión de emociones es algo que aprendes en los primeros años de vida. Llegas a ella a través de dos caminos (o los dos a la vez).
Por un lado, en la cultura occidental, hay un culto hacia todo aquello que es mental. Y, por lo tanto, las emociones son consideradas como un fallo en el sistema.
Desde pequeñas, creces con frases como “sé racional”, “no llores”, “qué sensible eres”, “no grites”, etc.
Las criaturas son espontáneas en su expresión emocional, pero demasiado a menudo, sus cuidadores buscan cortar este tipo de reacciones. Pero los niños y las niñas buscan ser aceptados y amados. Por eso, ante ese tipo de mandatos, reprimen sus sentimientos. Dejan de llorar, gritar o saltar. Para ello, tensan los músculos del cuerpo.
Pero hay otro motivo por el que las criaturas se desconectan de lo que sienten. En ocasiones, no saben cómo gestionarlo. Ante eso, la solución más fácil es evitarlo.
Siguiendo con el ejemplo del principio: una niña no sabe qué hacer ante la tristeza y el miedo por sentirse abandonada, así que lo reprime. No tiene las herramientas necesarias para resolver esa situación. De nuevo, tensará sus músculos para evitar ser removida por esto.
Sea por una razón u otra, cuando esta contención se repite muchas veces en el tiempo, se crea un patrón de rigidez muscular que adoptas inconscientemente cada vez que conectas con ese sentimiento.
Pero llega un momento, cuando eres adulta, en el que esta vía de escape ya no te sirve.
En mis sesiones de terapia, he descubierto que hay tres caminos que te indican la necesidad de un cambio en tu gestión emocional:
- Cuando una emoción se repite constantemente, a pesar de que los motivos externos no son para estar todo el día con ese sentimiento. Por ejemplo, cuando lloras por cuestiones que, en tu cabeza, sabes que no son tan importantes.
- Cuando te cuesta sentir. Si te cierras a un sentimiento, te cierras a todos. Si te cuesta sentir alegría, o no eres feliz a pesar de que no te sucede nada malo, hay una dificultad en este tema.
- Cuando tienes un dolor físico que no tiene una explicación médica.
Por lo tanto, la primera clave para recuperar tu estabilidad emocional es acostumbrarte a expresar tus emociones, dejar de evitarlas o de escaparte de ellas.
Para cambiar este patrón, es importante volver a conectar con el cuerpo, porque es ahí donde residen los sentimientos. Si te interesa descubrir esta vía, conecta con lo que sientes mediante este ejercicio de terapia corporal.
Cuando entiendes tus emociones, llega la estabilidad emocional
Ninguna emoción es negativa, ni mala, ni de baja vibración, ni nada que hayas leído por ahí. Todas son positivas porque todas tienen un mensaje que transmitirte. Cumplen una función en la vida.
Tras expresar tus emociones sin juzgarlas, comprendes por qué las estabas sintiendo.
Entonces, dejas de luchar contra ellas y, por lo tanto, te dejas sentirlas sin apegarte a ellas. Así, no te desequilibran.
A continuación, voy a explicarte cuál es la función principal de los sentimientos que generan más conflicto.
Amor
Aunque no lo creas, hay muchas personas que tienen dificultades con él. A menudo, sucede porque el amor que han recibido de pequeños no ha sido incondicional. Entonces, de mayores, les cuesta amar a sus parejas o familiares sin sufrir, o les cuesta relacionarse desde la intimidad.
El amor busca contacto e intimidad con la otra persona o contigo misma.
A nivel corporal, se siente desde la expansión y la carga de energía vital. Se conecta con la suavidad, la calidez y la dulzura.
Rabia
Este sentimiento te muestra lo que no estás dispuesta a tolerar, marca tus límites y te ayuda a defenderte ante las injusticias.
Hay muchas personas que la reprimen y nunca se enfadan. Sin embargo, su rabia se transforma en frustración, queja, negatividad o culpa.
Hay otras personas que han necesitado pelear de más y, por lo tanto, ante el menor problema, gritan o golpean.
La rabia se expresa gritando y golpeando en un entorno seguro, en la intimidad de tu casa o en una sesión de terapia. Así, cuando aprendes a darle salida, podrás cambiar lo que no te gusta de tu vida sin hacerte daño a ti o a otras personas.
Miedo
La función del miedo es preparar tu cuerpo frente a una amenaza y desarrollar una respuesta ante ella.
Tras escuchar un estímulo inicial, hay tres caminos posibles:
- Quedarte paralizada
- Huir o buscar una salida
- Luchar y enfrentarte ante este miedo
Cuando tu supervivencia está en peligro, el miedo es muy útil. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, lo sientes en situaciones que no son de vida o muerte. Si hay demasiado miedo en tu rutina, es posible que acabes desarrollando ansiedad.
Tristeza
La función de la tristeza es reparar el daño sufrido por una pérdida. Para sanarla, es importante permitirte el recogimiento y llorar en profundidad.
Llorar en profundidad es llorar desde la pelvis, sin cortar tu respiración, permitiéndote sentirte vulnerable y frágil.
Si hay demasiadas lágrimas en ti, es posible que no estés expresando tu tristeza profunda. Por eso, una y otra vez conectas con esta emoción.
Placer
El placer también acostumbra a generar muchas dificultades, porque se nos educada para ser funcionales y evitar el disfrute.
Sin embargo, también es una emoción imprescindible porque te conecta con la plenitud y la vitalidad. Cuando sientes placer, tienes un aspecto saludable y lleno de energía, tus ojos y pelo brillan, tu piel es suave y cálida, estás libre de tensión.
Aceptar tus emociones es aceptar todas las dimensiones de tu vida
Cuando estás luchando contra algo interno o externo todo el rato, sufres. Sufres cuando no quieres conectar con un sentimiento profundo, o sufres cuando hay algo que te disgusta y te remueve por dentro.
En definitiva, el sufrimiento se produce porque juzgas lo que sientes.
Porque consideras que no está bien sentirte de una determinada manera. Y, por lo tanto, eso significa que hay un defecto en ti.
No obstante, cuando expresas tus emociones en un entorno seguro y entiendes qué mensaje quieren transmitirte, las aceptas de manera natural.
Al aceptarlas a ellas, te aceptas a ti misma y a lo que hay fuera de ti. De esta manera, todo lo que te remueve por dentro, sea interno o externo, se convierte en una oportunidad de aprendizaje y crecimiento.
El primer paso para recuperar tu estabilidad emocional
Recuperar tu estabilidad emocional no es un camino fácil ni rápido, porque requiere trabajo y compromiso por tu parte. Al fin y al cabo, no cambiarás en dos días los patrones de comportamiento que te han llevado a la represión o a la montaña rusa en la que vives.
No obstante, con constancia, mirando hacia dentro, puedes conseguirlo.
Para mí, el camino más efectivo, profundo y definitivo para cambiar estas pautas aprehendidas es hacer terapia. Y, en concreto, la terapia corporal.
La terapia corporal te da herramientas para escuchar a tu cuerpo. Al estar en contacto con tus sensaciones físicas, aparecen las emociones. No tienes que esforzarte para sentir, salen por sí mismas.
De esta manera, la expresión, el entendimiento y la aceptación de tus sentimientos se produce de manera natural.
Si quieres adentrarte en este camino, prueba el ejercicio de terapia corporal que te regalo al suscribirte a mi web.
Ahora te toca a ti, ¿vives en una montaña rusa emocional? ¿Cómo es estar en ella? Si has conseguido recuperar tu equilibrio, ¿qué claves te han ayudado? Te leo en los comentarios.